8.1.12

Domingo 8 de enero del 2012

Llegué a la esquina de Reforma y Río Tíber esta mañana después de una larga caminata. Me senté, coloqué mi botella de agua y mi copia de La Vida en Llamas de Carlos Pellicer sobre la banca que escogí, debo decir, sin razón particular alguna. Tomé un cigarro de mi bolsillo, el cual cayó al piso ante mi distracción por ver al hombre que andaba en bicicleta disfrazado de alebrije. Me agaché para recogerlo y ahí estaba la hoja que contra toda naturaleza mía decidí tomar. Ésta decía:

y que todo hombre y mujer posibles y que todo hombre y mujer imposibles rieguen la tierra y puedan sentir como sube el vapor de agua en un día de verano, mientras el pasto crece impasiblemente lento, tan lento que es eterno su ascender al cielo, donde habitan cada uno de los seres pasados y futuros, quienes miran con curiosidad la simpleza del andar errante de cada uno de los seres que habitan la tierra, andar errante de tres pasos a la izquierda, dos a la derecha, cinco hacia atrás, mas casi ninguno hacia delante ya que la visión terrenal, imperfecta y arrogante, no descifra que el aparente muro que se cierne sobre el hombre es solo un espejismo colocado por el leve reflejo del cielo sobre la tierra, y ay de aquellos hombres que ufanamente caigan en la vacuidad de tal reflejo, y ay de aquellos hombres quienes osen atravesarlo porque la soledad será la niebla que nublará su vista, y odiarán tal niebla, y la maldecirán, harán pociones para contrarrestarla, tratarán de llamar a sus hermanos, mas será en vano, y al final, entendiendo que todo artilugio en su contra es irrelevante, la abrazarán y morirán sonrientes, encontrándose a sí mismos, pero estarán solos, y el vacío que ha invadido el corazón de cada ser en la tierra crecerá hasta consumirlos, y a pesar de que sus nombres serán reconocidos por el resto del mundo, todo hombre y mujer posibles, y todo hombre y mujer imposibles andarán tratando de sentir como el vapor de agua se desprende del pasto eterno y les llena el alma de sueños de sal y de arena y de sangre y de sudor y de lágrimas y de lava y de agua de mar, a la par que el creador sonríe mientras cavila en el motivo por el cual le ha dado el aliento de la vida a un manojo de figuras de barro quienes habitan una roca en un lejano rincón del universo mientras yo rezo por sus almas y anhelo la redención y la sumisión y que todo ser que habita en aquel rincón del universo se abra a mí y yo me abra a ellos

Llevé la hoja a mi casa y la coloqué debajo de mi almohada. Siento un deseo ardiente de dormir con ella entre mis brazos y soñar que la leo una y otra vez. No me atrevo ya que mi miedo es más grande que mi curiosidad. También quisiera arrugarla y tirarla por el balcón para que mañana el viento se la lleve lejos.

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