23.4.13

terrour

He comenzado a pensar que el mundo cambia sin control alguno, y que tal vez sólo puedo fumar mota y admirar como gira sobre su eje. Además, ¿qué puede pensar uno cuando la mujer que presume amarte te dice que la haces feliz para después sorrajarte un jarrón de cuatro galones en la cabeza? El control es una ilusión, las ilusiones son trozos de añoranza sin control, y la añoranza es una ilusión de control ya que uno cree que el deseo por un momento pasado es cierto simplemente por el hecho de haber sido aparentemente feliz en aquel momento. Y a mí esto de la añoranza me suena a pura falacia; es como tratar de contentar al estómago acordándose de lo delicioso que fue el pastel que me prepararon para mi cumpleaños treinta y uno. Si no tengo un plato de lo que sea me sacie frente a mí, no puedo hacer nada para contentarlo, ¿cierto? De cualquier manera, mi vida está tan imbuída de factores que desconozco que he dudado demasiado si debería de planear las cosas. No necesito matemáticas para saber que puede ser que hoy el chico del pollo haya vendido todo antes de que llegue yo. Los senderos de la probabilidad se bifurcan y yo no sé siquiera cuando he tomado la izquierda o la derecha. Los senderos se bifurcan y bifurcan sin final aparente, y no sé si de verdad pude haber muerto en aquel accidente de autobús a los ocho años de edad, porque yo y mi madre decidimos esperar a uno más vacío, y al ver aquél estrellado contra el tren de las dos de la tarde me heló la sangre porque sentí que pude haber ido ahí, y que ahí estaría lleno de sangre y sudor frío, gritando que no podía ser el fin si tenía tan poca edad; pero no es el sendero en el que anduve, ese del final abrupto, ese que habría impedido que me emborrachara tantas veces, y que aprendiera a andar en bicicleta, y que grabara mi nombre en las paredes en pos del arte, y que perdiera a los hombres en laberintos invisibles. Laberinto invisible en el que alguien me ha perdido también: no sé si ha sido Dios por haber tratado de imitar su obra, no sé si he sido yo mismo en un evento de vasta crueldad. La vida y el mundo se bifurcan sin control alguno y yo andando tan a tientas que busco muros donde no los hay. Pienso en mi madre y en mi padre, y como fui a perder las madejas de hilo que me ofrecieron tantas veces, y que desdeñé hasta que la historia de Teseo me mostró que la ayuda de corazón nunca está de más. Pero fue demasiado tarde porque el hilo quedó corto ya que se deshilachó conforme a mis padres se hacían viejos, y para cuando decidí usarlas el viento me jugo una mala pasada al no saber yo de la longitud de las madejas. Y yo andando tan a tientas, buscando nada, sintiendo nada, sin saber si de verdad hay bifurcaciones, si el final está lejos, o si de menos hay final alguno a este engendro de miles de cabezas. Estoy seguro esto es de lo que hablaba Juan el apóstol, el dragón no de siete sino de miles de cabezas, bifurcándose una y otra vez, y cada uno de nosotros es la prostituta de Babilonia, llenos de desenfreno por vivir sin darnos cuenta de que tal vivir se trata de andar sin saber por qué se anda, sin mirar atrás, y sin pensar en el camino que uno piensa se ha elegido.

Al fin y al cabo, yo sólo busco el campo de gardenias para tumbarme en él, y poder dormir.

No hay comentarios: