1.12.14

N

Allí, parado frente al amanecer, descalzo, está aquel hombre afortunado que se dice que no tiene nada que perder. El mar acecha sus pies mientras el hombre se pierde mirando las formas de la nube frente a sí. El mundo se desenrolla a su alrededor lentamente, con las primeras gaviotas volando en el horizonte, con la gente abriendo los ojos apenas y preguntándose qué desayunar, con el sol haciendo cosquillas a las nubes que levemente lo ocultan, con aquel joven que en lugar de limpiar la arena juega a hacer figuras con su rastrillo. La mañana anda un segundo a la vez, parsimonia que sólo aquel lejos de su mundo habitual disfruta. Todo va tan lento a esas horas que parece que se detiene. Así que el mar trepando por la pendiente de arena parece no subir. Así que el nombre en la arena parece no borrarse. Así que los ojos del hombre no dejan de mirarlo. Lo leen una y otra vez mientras la blanca espuma entra por sus cuencas y acaricia cada rincón de cada letra y araña la arena en ellas, derritiendo suavemente el nombre. El mar se lo lleva, pero el hombre habrá de escribirlo una vez más. Y después tres veces más. Y después cinco, seis, quince, veinte veces más.

Y después... Después le escribirá algo. Un párrafo, una carta, una historia. Escribe dos o tres oraciones, se regresa, borra y reescribe, moviendo palabras de lugar, quitando comas y poniendo puntos, leyendo desde el principio y escribiendo otra vez. Lo empieza en primera persona, pero va al inicio y lo cambia a tercera. "No soy yo, mas lo soy", se dice. "No soy yo como tal el que se para al mar, sino cualquiera que se sienta como yo." Escribe y bebe café, y mira afuera, con toda aquella gente silente. Música bulle suavemente, enlazándose con lo que su corazón escucha, trazando arcos en el aire. Todavía le escucha, el sonido de sus palabras estirándose hasta el presente, su voz alimentando de aire los pulmones y de ritmo el corazón. Mira a través de la ventana otra vez, arqueando las cejas y mordiéndose la yema del pulgar izquierdo. Continua escribiendo.

Entonces es la noche. No hay un sólo sonido en el ambiente más que su ocasional voz diciéndole algo: preguntándole si tiene frío, hablándole de su día, contándole de su familia, inquiriendo si le quiere. No hay nada más cerca que su cuerpo. Su cuerpo que llena vacíos, que lleva el único hogar que necesita. Recorre su cabello y espalda con las yemas de los dedos. Y mientras ella duerme, el hombre piensa en lo cerca que se siente del mar.

"¿Y qué es ella sino aquello que rompe mis días? Es la nube multicolor al atardecer. Es la música preferida tocando en la radio. Es el reflejo de la luna en el agua. Es el susurro de una palabra linda. Yo la vi andando por ahí uno de aquellos días que ha dejado de ser cualquier día. Un día en el que a veces he creído el sol sólo brillaba para nosotros. La vi andando por ahí, con su largo cabello y sus maravillosos ojos. Y me acerqué sin pensar en nada más que tomarla de la mano. Me fundí. Aún me fundo. Suspiro porque quiero tenerla, porque quiero hacerle sentir cómo me pierdo en ella, porque quiero contarle que tiempo no hace más que decirme que no tema. Soy yo con ella. Cual volcán exploto con ella. Le trato de pintar los días con lo que siento, con las sencillas palabras que inspira. Soy un hombre complicado, tratando torpemente de diseccionar su alma. Mas a su lado, tanto se torna simple porque es acerca de un hombre enamorado de una mujer."

JAAJ
Marzo 1936

"No te cambiaría por nadie..."

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