2.1.15

Ayer en la mañana abrí los ojos y no estaba solo. Porque estabas tú. Tú que te estiraste hacia mí y me besaste primero en la mejilla y después en los labios y me dijiste, Buenos días, de la manera más dulce y suave que jamás había escuchado. Y también ahí estaban los niños dormitando, y estaba el sol entrando por la ventana. Pero más que nada estabas tú, con tu pelo largo interminablemente cayendo por tu hombros, con la tersa piel de tus dedos alcanzándome el alma, con tus acaramelados ojos encontrándose con los míos y haciéndome sentir como el ser más importante del mundo, ahí, aunque fuera por un eterno segundo. Estabas tú, tan cerca como nadie, curvando mi universo por completo, expandiendo nebulosas y constelaciones por mi cuerpo. Tú y sólo tú.

Anhelo que ya sea de mañana otra vez y ser lo primero que miras al despertar.

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