19.12.17

La memoria

Cuando sea viejo, le dijo,
recordaré el día en el que te conocí,
y mi rostro será cual oro.
El sol de otoño

El día andaba lento, como cualquier día frío de finales de otoño. Todo mundo abrigado, todo mundo con sólo una mano asomada desde las capas y los abrigos, sosteniendo un café o un atole. No es fácil esperar a alguien, sobre todo en un clima tan mundano como éste. Hay un número limitado de publicaciones o de tuits que uno puede ver antes de que se le entuman los dedos, antes de que se empiece a morder pedazos de piel seca en los labios. Usualmente así, andando a pasos cortos de un lado a otro, tarareando con más fuerza a cada minuto de retraso, con una mueca de disgusto, él esperaba a quien fuera vería. No hoy.

Pocas cosas se habían guardado en su memoria como aquel día de sol. Gente en las escalinatas cargando libros, turistas en el autobús descubierto tomando fotos, los policías abanicándose con sus gorras, y ella ahí, de rojo, con  las manos entrelazadas sobre las rodillas, mirándolo, mirándolo detrás de unas gafas de sol, con una sonrisa en el rostro. Seis horas pasaron antes de que estuviera solo otra vez, andando a casa mientras miraba sus tenis y y se rascaba la nuca con la mano izquierda, y se sentía los labios con la derecha. ¿Qué ha pasado?, se preguntaba entre suspiros, sonriendo.

Sentado en una banca sobre la avenida, con Liszt en los audífonos, esperaba. Bailoteaba los pies, mordía sus labios, quería que llegara. Hay una cita de Galeano que va de, Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Y esta historia que era parte tan integral de su corazón, estaba a punto de reiniciarse. Vio su carro blanco salir de la privada y aparcarse un poco más adelante de donde él estaba. Se puso de pie, y corrió hacia él. Y justo al subir, la miró, la miró sonreír, mientras el sol se asomaba por detrás de una nube.

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